Bienvenidos

¡Adelante! ya que estás acá, quedate... y disfrutemos juntos.

Iré recorriendo el abanico de causalidades que ocurren alrededor de lo que más me gusta hacer: comunicarme.
Despojándome de todo ego, el valor más preciado de este espacio será el efecto que mis escritos puedan producir en cada uno de los lectores.

En la sección "Temas" podrás elegir cómo acercarte a mí. Y también hay mucho lugar para la Amistad, y para un convidado de lujo: El Tango
Te invito a que compartamos este camino.

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Marta Pizzo

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domingo, 30 de septiembre de 2007

El árbol equivocado

El hombre recorrió esperanzado el trecho que lo llevaba a los fondos de su casa.
Había plantado el retoño con tantas ansias, que cada año de esperar la cosecha del fruto le resultaba interminable. Tanto más porque en cada ocasión, el árbol parecía no estar dispuesto aún para procurárselo.
Pero aquel invierno las ramas habían estado recubiertas de fragantes capullos, que luego dieron paso a los tan anhelados beneficios.
Tomó entre sus manos la fruta madura y cortó con un cuchillo un diminuto trozo. Luego, aún embargado por una gran emoción, lo transportó hacia su boca. Al instante sintió el paladar inundado de un sabor ácido, tan agrio que no lo pudo sostener, teniendo que escupir... Pasó su mano por los labios ardientes y maldijo al espécimen mientras clavaba el cuchillo en el vientre de madera. -Es la primera recolección -pensó- y se alejó resignando que los frutos se pudrieran sin acabar de cosecharlos.

Así pasaron varios años. En todos los ciclos ocurría la misma fatalidad para el hombre que, ya envejecido, volvía cada cosecha pareciendo haber olvidado la decepción anterior y tornaba a desencantarse.

Por fin llegó nuevamente el momento tan deseado.
El anciano, con gran dificultad para desplazarse, alzó la vista hacia su enorme árbol observando atónito que éste se hallaba repleto de frutos.
Pero existía un gran problema: él ya no podía alcanzarlos.
Se quedó extasiado, contemplando su inabordable tesoro.
Cuando estaba a punto de volverse envuelto en su resignación, oyó una voz que le decía: -“Has sido paciente conmigo... te concederé el beneficio de mi existencia.” Y dicho esto, vio caer entre sus brazos un hermoso ejemplar.
Aún turbado, pero seguro de que esta vez sí probaría de un gustoso manjar, lo trozó con el cuchillo llevándolo a su boca y lo saboreó:
-¡Estúpido, cómo te has atrevido a defraudarme todos estos años... estas naranjas son repulsivamente amargas y asquerosas!
-“Los frutos más maduros y deliciosos están aquí arriba... ven a buscarlos...”
-Bien sabes que no puedo trepar, soy un anciano, me pides algo imposible...

-“Tú también... pues has plantado un árbol de limones.”

Año 2002

sábado, 15 de septiembre de 2007
















Mi gato enamorado



Silueta vagabunda sobre el techo

gato trasnochador y anaranjado

aunque sientan que te han domesticado

prima tu libertad como derecho.


Aunque el amo te acune allí en su pecho

aunque ahuyente las pulgas de tu lado

con talco finamente perfumado

y un almohadón de plumas sea tu lecho.


La noche llama... tú estás al acecho,

te alejas de la casa y lo soñado

hace temblar tu instinto satisfecho.


Valiente, tu dominio te has ganado

y a pesar de encontrarte muy maltrecho

el alba te sorprende enamorado.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

TANGUERAS OCULTAS DE LA CIUDAD (de hoy y siempre)

Tangueras ocultas de la Ciudad (de hoy y siempre)


Está llamando a mi puerta.
Sin pedirme permiso, se mete en mi agonía, en mis sueños, en mis ganas, en mi melancolía.
Me mira de reojo y mete un guiño. Me chamuya, me incita.
Pasea su presente por el riel de mi historia. Me conmueve, me mueve, me grita, me provoca.
No pregunta, no finge, me agita en el retruco y yo... tengo mis cartas.
Pero resulta claro que el género me pesa; me dijeron que es “macho”; tanto tragar mandatos, resulta improcedente que me meta en sus filas...
Y la psicología de los que hicieron prensa, me prensa la sabiola y quiere hacer la suya:
Que el Tango es masculino, singular, sustantivo, las más veces... pasado.
Se acepta el desafío. Se produce el reencuentro.
En la Ciudad Oculta, a plena luz del día, se teje alguna historia que hace girar la rueda.
Y las minas ocultas, en ocultas ciudades, de ocultas inclusiones, pintamos los colores que nos hacen palomas, mariposas veladas con rebelión de locas, como esas Madres grandes que nos dejó la Plaza.
Detrás de tanta mierda dibujando el presente, les daremos batalla las perlas invisibles.
Contaremos historias después de haber parido, de haber limpiado casas y preparado cenas.
Más allá de la escoba, la franela y las ollas, un cuaderno dormido nos prestará sus hojas, y el vuelo será en lápiz quien mostrará el camino.
Porque suena a mentira que los hombres no lloran, que el músculo domina y que hay que tener huevos.
Con el amor a cuestas, con la bronca del día, con la filosofía de haber cambiado cacas y aprendido las reglas, se huele en los andenes, en las calles mugrientas, en múltiples barriadas, que está sonando el río.
Se acepta el desafío de mostrar con las letras, con la hidalga herramienta que nos da la palabra, que el Tango nos incumbe.
Y manos a la obra pincelamos los versos, y andaremos de fiesta por la doliente urbe, rebelando pasiones, acariciando esperas, denunciando terrores vestidos de cordero, piqueteando miserias.
Enamorando amores, tragando desengaños, cabalgando por nubes que juegan de ilusiones.
Aquí estamos señores, con el Tango en el Alma, para que el pentagrama se llene de sentidos, y vibren las milongas al compás mujeriego del cantar de las rosas.
Bienvenido a mi espera, que te estaba esperando como un hada sedienta, como amante sin velo.

laMart@ngo