El remisero y la silla
Cada mañana, cuando asalta la inquietud
un paraíso se te pega al lomo gris,
te da sostén, presta respaldo a tu vejez;
postal de achaques que dejó la ingratitud.
En la empolvada desnudez de tu cojín
dormita un cuerpo tapizado a la ansiedad,
mientras invoca tras el humo de su cruz
una llamada que lo empuje de trajín.
Él, resigna entre las gotas de sudor sus sueños de volar;
la angustia de tragarse este bajón que escupe realidad.
En ti desangra la impiedad; silla de baja calidad
que meces su dolor, sin preguntar.
Como un fantasma sentenciado a la quietud
transita el cerco arrollador de la ciudad,
espera el viaje salvador que no vendrá
desde un presente insuficiente de virtud.
Y en el ocaso de este cauce abrumador
su suerte quiere regalarle una ilusión;
la silla rota aguarda, muda, el regresar
1 comentario:
Marta;no sé pensando en quien escribiste este poema, pero encaja perfectamente en "la silla rota" de mis años pasados.Mis felcitaciones y GRACIAS
Juliana
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