Pequeño homenaje a José Luis Cabezas, escrito en el año 1997
Estoy solo.
Aún arden las velas a mi alrededor salpicando mil gemas de hiriente latido.
¡Presente!
Retumba entre las grietas que están dejando ser a un incipiente verde.
El mar se oye bravío... más que nunca.
Elevo mis manos hacia el cielo, se rompen las esposas.
La brisa me transporta, me esparce, no puedo detenerme.
Me siento enorme, implacable, con fuerza de huracán y alma de niño.
Traspaso las murallas de la adversidad uniéndome a otras fuerzas más latentes, más tangibles que caminan abrazadas por un mismo dolor, un mismo anhelo: la verdad...
¡Presente!
Otra vez esa brisa que me pega al abrazo caliente, ilimitado.
Retengo sus rostros en mi mente. La costumbre, la pasión, el destino, la muerte...
Acaso sólo excusas de aquél hombre maldito que imaginó mi ocaso y disparó el gatillo que aunque a mucha distancia fue preciso y certero.
Se apagaron los flashes y fue fuera de foco que me apuntó la suerte para velar el rollo destruyendo mi cuerpo, haciéndolo cenizas.
¡Presente!
¡He aquí un Alma sin límites! Un corazón sin pecho, que vive en tantos cuerpos alzados en el grito!
Soy el rostro del Hombre, de todos los sufridos.
Ya no me siento solo... porque vos estás conmigo.
Libro Manantial de los espejos 1999